El Hombre Imaginario

Del amor y las relaciones heterosexuales - hegemónicas en el imaginario femenino.

HOMBREMASCULINO SAGRADOPAREJACOMPAÑEROAMOR ROMÁNTICOAMOR LIBREMONOGAMIAPOLIAMOR

NiaR

8/11/20256 min read

grayscale photography of man wearing shirt
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Comencé a tener novio desde una edad demasiado temprana, incluso fui longeva en mis relaciones, la más corta duró 7 meses y la más larga 15 años. Muchas de las relaciones intermedias en ese periodo oscilaron en un promedio de 4.5 años. Y no es que haya tenido muchas o pocas experiencias en pareja, es que todo lo hice sin momentos de soledad intermitentes. En resumen, mi proceso de vida en pareja me ha traído bastante aprendizaje y también, algunas resoluciones útiles.
Esta es la primera vez en 27 años, que me encuentro soltera por más de dos años ininterrumpidos, lo que me ha permitido alejarme de la dinámica y mirarme desde un enfoque individual y colectivo.

En las últimas décadas, las dinámicas entre hombres y mujeres en las relaciones de pareja han atravesado una metamorfosis profunda. Ya no estamos frente al modelo monolítico que dictaba roles, deberes y expectativas inamovibles. Hoy, en un contexto atravesado por el feminismo, las corrientes somáticas, las visiones neo espirituales y tántricas ("sagrado masculino/femenino") y una creciente individualidad, el amor se negocia, se redefine y, a veces, se posterga.

Las necesidades en la pareja ya no se reducen a compañía, reproducción y estabilidad económica. El hombre contemporáneo, en teoría, busca conexión emocional y libertad; la mujer, por su parte, anhela reciprocidad, seguridad afectiva y un proyecto de vida compartido que no implique renunciar a su autonomía. Sin embargo, estas aspiraciones chocan con realidades desiguales: mientras muchas mujeres hemos invertido décadas en autoconocimiento y expansión personal, una parte significativa de los hombres no ha transitado procesos equivalentes de introspección y crecimiento emocional. Esta deuda masculina hacia ellos mismos, pareciera que los tiene perdidos de propósito.
En el feminismo hemos cuestionado el mito del amor romántico y abierto la puerta al concepto de amor libre: un vínculo que no se basa en la posesión ni en la dependencia, sino en la elección constante y consciente. Sin embargo, esta libertad amorosa no siempre es simétrica. En mi caso, observo que aún con tales "libertades" incluso a veces en relaciones abiertas o poliamorosas, las mujeres seguimos cargando con el peso de la gestión emocional de la relación, incluso en vínculos que se autodenominan horizontales (sin dinámicas de poder), reproduciendo al final, la misma desigualdad que se pretendía deconstruir.

Pero, te cuento que aún con tanta experimentación y luego de haber pasado por varias dinámicas sexo afectivas "modernas", lo mío, lo mío, sigue siendo la pareja heterosexual monógama. Desde la perspectiva somática, un amor seguro es un bálsamo para el sistema nervioso. Una pareja que ofrece presencia, coherencia y cuidado regula los picos de estrés y favorece estados de calma y apertura. En este sentido, el amor no es sólo una experiencia sentimental, sino también fisiológica: la oxitocina y la serotonina generadas en un vínculo seguro mejoraron por un tiempo mi salud integral. Especialmente con un compañero que sabía sostener la vida desde la presencia lenta y activa. Con él pude activar a la mujer tierna no infantilizada que vive en mí, despertó mi adulta madura y salvaje en coherencia con mi ser más vulnerable, y la osa que ama dormir abrazada con caricias.Sin embargo, en la práctica, aunque varios de mis ex compañeros supieron mantenerme cerca de ellos por largo tiempo, llegó un momento en que la desconexión se hizo más evidente, yo estaba creciendo internamente, y ellos se iban quedando atrás, la falta de consistencia y la intermitencia emocional de dichas relaciones generaron el efecto contrario: sistemas nerviosos en alerta constante, inseguridad cuando incurrían en mentiras y engaños, y heridas reabiertas detonantes cuando no reparaban su error.

Socialmente se nos ha responsabilizado a las mujeres, de educar a la humanidad, por lo que si un hombre es un ser medianamente incompleto en un área de su vida, apuntalamos a la madre que lo parió. Se nos ha responsabilizado de elegir bien o mal a nuestras parejas, por lo que, si ha resultado violento, o un padre ausente, se culpa a la mujer de sus malas elecciones. Se nos ha responsabilizado de mantener a un hombre enamorado, por lo que, si él es infiel, se señala a su mujer por engordar, andar a fachas, y estar de pocos ánimos para complacer los deseos de su hombre. Se nos responsabiliza de iluminarlo, aperturar su corazón, activar su kundalini, y mantener el fuego encendido, de manera que, si un hombre no es lo que su mujer esperaba, ella tiene la carga de atraer hombres con tales patrones de conducta porque no ha sanado lo suficiente sus heridas, de hecho, el tantra sostiene que la energía femenina es capaz de despertar la conciencia masculina, no como acto de sacrificio, sino como parte de un intercambio sagrado donde ambos se expanden. Según esta visión, la mujer conecta al hombre con dimensiones más profundas de su ser, más allá del ego y la mente racional. Pero esta hipótesis se enfrenta a un dilema contemporáneo.
Aquí hay algo que no me checa, hermanas....

Desde el feminismo, se responde con firmeza: las mujeres no estamos aquí para educar emocionalmente a los hombres. Si bien históricamente hemos cumplido ese rol —a menudo de manera no reconocida—, hoy muchas mujeres estamos atentas a que los hombres lleguen a la relación con un nivel básico de autoconocimiento y responsabilidad afectiva. La crianza emocional de la pareja no es una vocación, sino una carga que perpetúa la desigualdad. Y ese peso, esa carga, en muchas ocasiones es lo que me ha hecho concluir mis vínculos. El anhelo femenino de encontrar a un hombre presente, comprometido y emocionalmente disponible se ve atravesado por experiencias personales y colectivas. Las heridas del pasado —traiciones, desinterés, violencia emocional o negligencia afectiva— moldean tanto las expectativas como las barreras. Así, muchas mujeres nos debatimos entre abrirnos al amor con un hombre, o resignificarlo entre grupos de amigas, el cuidado autónomo de nuestros críos, el erotismo autogestivo, y los compañeros ocasionales. Todo parece ir bien, PERO, aún hay un tema por resolver: Cuando estos compañeros se nutren y alimentan de la vida y experiencia energética de las mujeres que les permitimos el acceso, y usan esa energía para definirse como "aliados y deconstruidos". Ya sé, suena hiper exigente, pero es lo que deseo.
La perspectiva femenina tiene sus limitaciones, somos peces dentro del agua y no sabemos lo que es el agua.
Los hombres están dentro de su caverna y no saben qué es una caverna.
Así, figurarnos el compartir con hombres que son imitaciones de nuestra psique, no nos nutre en lo absoluto. Nuestro deseo es que los hombres despierten en sí mismos y nutran el tejido que somos en conjunto.
De lo contrario, ese príncipe en corcel blanco, ahora llamado "sagrado masculino", no es otra cosa, más que la misma invención feminizada de un hombre inexistente.

Un patrón señalado en diversas conversaciones y estudios es la creciente pasividad masculina en el cortejo y la vida en pareja. La falta de iniciativa, la indecisión y la baja disponibilidad emocional generan vínculos que no prosperan o que se mantienen en estados ambiguos. Esta tendencia alimenta la frustración y refuerza la decisión de muchas mujeres de priorizar nuestra independencia. De hecho las estadísticas lo confirman: cada vez más mujeres eligen la soltería no como resignación, sino como acto de coherencia. Prefieren estar solas antes que involucrarse en relaciones que no sumen a su bienestar. Este fenómeno marca un cambio cultural profundo: por primera vez en siglos, la pareja deja de ser el centro inevitable de la vida adulta femenina.

Si se supone que las mujeres: criamos, educamos, configuramos, elegimos y activamos la consciencia de los hombres, entonces, ellos no existen por sí mismos.... ¿Entonces son entes sin voluntad ni pensamiento propio?, ¿El Hombre, es un ser imaginario?En este panorama, el reto no es volver a un pasado idealizado, sino imaginar nuevas formas de encuentro donde la libertad no excluya la responsabilidad, y donde el amor, más que un territorio de lucha, sea un espacio de crecimiento mutuo. El futuro de las relaciones quizá no dependa de encontrar a “la persona correcta”, sino de que cada uno llegue a la relación convertido en su versión más consciente y entera.

Yo seguiré soltera, no estoy cerrada a una relación, pero sin duda, no deseo volver a invertir mi energía creativa en una tierra infértil. A menos que, una posible pareja, pueda potencialmente mejorar mi vida en todos los aspectos, podría volver a arriesgarme. Y eso será así, porque estoy convencida de que yo podría potencialmente mejorar la vida de mi futura posible pareja.

Te escribe Nia Romero