Muertería: Conexión entre lo Sagrado y la Medicina Indígena

Mi sensibilidad me permite crear conexión con reinos sutiles y desencarnados, canalizando puentes hacia el "otro mundo", a veces para entregar mensajes que el ser amado trascendido desea comunicar, y en otras ocasiones para aliviar las dudas que los dolientes pueden tener con sus muertos.

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Niamei Romero

3/31/20259 min read

¿Qué es la muertería?

La muertería es un concepto profundamente arraigado en diversas culturas que se refiere a un conjunto de prácticas, rituales y creencias relacionados con la muerte y lo sagrado. Este término abarca una amplia gama de actividades que buscan honrar a los muertos y preservar su legado, así como interpretar lo que sucede después de la muerte. A lo largo de la historia, la muertería ha sido fundamental en la construcción de creencias culturales, espirituales y sociales, influyendo en cómo las comunidades perciben y lidian con la muerte.

La importancia de la muertería en diferentes sociedades radica en su capacidad para ofrecer consuelo y sentido a la experiencia de perder a un ser querido. En muchas culturas indígenas, la muertería no solo se centra en el luto, sino que también incorpora celebraciones que reconectan a los vivos con los muertos. A través de ceremonias y rituales, se busca mantener el vínculo entre ambas partes, permitiendo a los difuntos continuar siendo parte de la vida comunitaria.

Este enfoque hacia la muerte y lo sagrado se manifiesta en múltiples formas, como el uso de ofrendas, la realización de rituales específicos o la celebración de festividades que honran la memoria de los ancestros. En este contexto, la muertería actúa como un puente entre el mundo material y el mundo espiritual, facilitando una comprensión más amplia de la existencia y del ciclo de la vida. Así, se establece una relación íntima entre las creencias sobre la muerte y las prácticas cotidianas que favorecen la continuidad de la cultura y sus tradiciones.

En conclusión, la muertería representa un aspecto esencial de la experiencia humana, manifestándose a través de diversas prácticas que reflejan la relación de las comunidades con la muerte y lo sagrado. Al explorar este concepto, se puede obtener una visión más rica y comprensiva de cómo las distintas culturas abordan la muerte y el más allá.

Funciones y Responsabilidades de una Muertera

La muertera desempeña un papel fundamental en la comunidad, siendo un pilar esencial en la gestión de los rituales y ceremonias relacionadas con la muerte. Su función comienza con la preparación de rituales funerarios, donde se asegura de que las tradiciones culturales sean respetadas y llevadas a cabo de manera adecuada. Esta preparación implica la organización de espacios, la elección de ofrendas y la ejecución de rituales simbólicos que honran la vida del difunto y permiten a los sobrevivientes encontrar consuelo en sus creencias.

Además de las responsabilidades logísticas, la muertera actúa como guía espiritual durante el proceso de duelo. Su presencia proporciona un apoyo emocional crítico a los dolientes, ayudándoles a navegar por la dolorosa experiencia de la pérdida. A menudo, es la muertera quien facilita la comunicación entre los seres queridos y la comunidad, asegurando que todos los involucrados en el proceso de despedida se sientan comprendidos y apoyados. Esto se traduce en un ámbito donde la sanación puede ocurrir, promoviendo la cohesión social en momentos de crisis emocional.

El papel de la muertera también se extiende a la preservación de las tradiciones culturales. A través de su trabajo, se asegura de que las costumbres y rituales asociados con la muerte no solo sean recordados, sino también practicados por las nuevas generaciones. Esto implica la educación de los jóvenes sobre la importancia de los rituales funerarios y su significado profundo dentro de la cosmovisión indígena. En este contexto, la muertera no solo actúa como una intermediaria entre el mundo de los vivos y los muertos, sino que también se convierte en una portadora de conocimiento cultural, vital para la identidad de la comunidad.

Conexiones entre muertería y medicina indígena

La muertería y la medicina indígena comparten un vínculo profundo que se remonta a milenios. En muchas culturas indígenas, la muertería no es solo una práctica de sanación física, sino que también implica un profundo respeto por los ancestros y las tradiciones espirituales. Este enfoque holístico se basa en el reconocimiento de que los seres humanos son parte de un todo más grande, donde el cuerpo, la mente y el espíritu están interconectados. La medicina indígena utiliza este conocimiento ancestral para ofrecer un tratamiento más completo y efectivo, que considera los aspectos emocionales y espirituales de la enfermedad.

En el ámbito de la muertería, se emplean rituales que honran a los ancestros, creando un profundo sentido de pertenencia y conexión con las generaciones pasadas. Estas ceremonias no solo resaltan el respeto por quienes han partido, sino que también actúan como un vehículo para la curación y la restauración del equilibrio. Por ejemplo, muchos herbolarios indígenas combinan la utilización de hierbas medicinales en sus prácticas de muertería, reconociendo que las plantas no solo poseen propiedades curativas, sino que también están imbuidas de significados sagrados.

El uso de hierbas en la medicina indígena se basa en un entendimiento de la naturaleza que ha sido transmitido a lo largo de generaciones. Muchos de estos conocimientos se han preservado a través de la oralidad y prácticas tradicionales, lo que asegura que las conexiones con la muertería se mantengan vivas. Las hierbas no se eligen solo por sus propiedades químicas, sino por su relación espiritual con la comunidad. En este contexto, los rituales y el uso de plantas no son elementos aislados; son partes de un todo que fortalece la conexión con la herencia cultural y el respeto por la vida.

Estas interacciones revelan cómo las prácticas de muertería y la medicina indígena no solo se complementan, sino que se nutren mutuamente, creando un enfoque de sanación integral que honra las tradiciones y conocimientos de los ancestros. Este rico legado resuena en la vida contemporánea, donde la búsqueda de la curación abarca tanto lo físico como lo espiritual, asegurando así la continuidad de estas prácticas sagradas en el tiempo.

Habilidades de mediumnidad en la muertería

Las habilidades de mediumnidad son fundamentales en el ámbito de la muertería, donde las muerteras, o practicantes de esta curandería, utilizan su capacidad para establecer comunicación con seres desencarnados. Esta conexión con el más allá es considerada esencial para ofrecer consuelo a quienes están en duelo. Las muerteras a menudo son vistas como intermediarias, facilitando el diálogo entre los vivos y los fallecidos, permitiendo que los mensajes del otro lado sean transmitidos a quienes los necesitan.

Para llevar a cabo esta labor, las muerteras emplean diversas técnicas y métodos que varían según tradiciones y contextos culturales. La meditación es una práctica común que les permite alcanzar un estado de receptividad y apertura mental. Mediante este enfoque, pueden recibir información y mensajes que son relevantes para los dolientes. Asimismo, el uso de rituales específicos, que pueden incluir la quema de hierbas, cantos o la utilización de objetos simbólicos, puede ayudar a crear un ambiente propicio para la comunicación con las almas. Estas actividades no solo sirven para activar la mediumnidad, sino que también respetan un proceso de honor y recordación hacia los muertos.

La importancia de recibir mensajes del más allá radica en su capacidad para traer sanación emocional a los que han perdido a un ser querido. En muchos casos, las interacciones mediúmnicas ofrecen respuestas a preguntas profundas y generan un sentido de paz en medio del luto. Este aspecto del trabajo de las muerteras no debe ser subestimado, ya que afianza la conexión espiritual que muchos grupos indígenas mantienen con su herencia y creencias. Las muerteras, al actuar como puentes hacia el otro mundo, cumplen con un rol cultural y espiritual vital que trasciende el simple acto de comunicarse con los fallecidos.

Rituales y prácticas en la muertería

La muertería, entendida como el conjunto de prácticas y rituales que rodean el proceso de la muerte en diversas culturas indígenas, se manifiesta a través de ceremonias que honran y celebran la vida de los difuntos. Estas prácticas son fundamentales para la cohesión social dentro de las comunidades, ya que permiten a los individuos unirse en momentos de duelo y recordar a sus antepasados. La diversidad de estas tradiciones refleja las distintas cosmovisiones y experiencias históricas de cada pueblo.

Entre los rituales más emblemáticos de la muertería se encuentra el uso de ofrendas, que suelen incluir alimentos, objetos personales, y fotografías del fallecido, colocados en altares familiares. Por ejemplo, durante la celebración del Día de Muertos en México, las familias crean coloridos altares, conocidos como ofrendas, donde invitan a las almas de sus seres queridos a regresar temporalmente. Este ritual no sólo busca mantener viva la memoria del difunto, sino que también reafirma la continuidad de los lazos familiares.

Otras manifestaciones culturales incluyen el uso de oraciones y cantos que acompañan el proceso de luto. Estos elementos son esenciales para expresar el dolor, la pérdida, y al mismo tiempo, la esperanza de que el difunto viva en el recuerdo de quienes permanecen. Las comunidades indígenas suelen llevar a cabo ceremonias específicas, tales como rituales de purificación o ceremonias de despedida, que coinciden con la creencia en un ciclo natural de la vida y la muerte.

La muertería no solo se comprende desde el ámbito espiritual, sino que también incorpora aspectos medicinales, donde los conocimientos herbolarios y las prácticas sanadoras son elementos interrelacionados en la vida comunitaria. Así, a través de la muertería, se evidencian conexiones profundas entre la muerte y la medicina indígena, mostrando que el proceso de despedida es también una oportunidad para revitalizar las relaciones con el entorno y el legado cultural.

El papel de la comunidad en la muertería

La muertería, como práctica cultural y ritual, no se limita a su ejecución por parte de un individuo, sino que se integra en un tejido más amplio de la comunidad en la que se manifiesta. En este contexto, la interacción entre la muertera y la comunidad desempeña un papel esencial en la experiencia colectiva del luto. Cada miembro de la sociedad es convocado a participar en el proceso, reafirmando que la muerte de un ser querido afecta a todos y que el apoyo social es fundamental para sobrellevar el dolor de la pérdida.

Durante los ritos de muertería, se observa cómo la comunidad se une en un esfuerzo conjunto para honrar y recordar a aquellos que han partido. Esta confluencia de personas no solo permite que se compartan los recuerdos y las historias, sino que también se generan espacios para la sanación colectiva. Desde el momento en que se recibe la noticia de un fallecimiento, los vecinos, amigos y familiares comienzan a ofrecer asistencia, demostrando que esta tradición no se sostiene en la soledad, sino en la colaboración y el apoyo mutuo.

Además, la muertería refuerza los vínculos interpersonales que son vitales para el bienestar de la comunidad. En este sentido, el papel de la muertera se convierte en un puente entre el mundo de los vivos y el de los muertos, ayudando a los participantes a transitar su propio proceso de duelo. Al brindar ceremonias que integran elementos sagrados y medicinales, la muertera fomenta una conexión profunda con la memoria del fallecido, promoviendo la espiritualidad y la cohesión social. La práctica de la muertería, por lo tanto, sirve como un recordatorio de que la vida es efímera, pero las redes tejidas en vida perduran, manteniendo vivo el legado de quienes ya no están.

Mi historia de muertería

La medicina tradicional mexicana es mi camino florido. Las plantas, la comida de todos los días, las semillas sagradas para nutrir el cuerpo, y los frutos frescos que endulzan la vida. Esta es mi curandería, la de la cura de empacho, la sobada con rebozo, la de la cura de espanto, la de la limpia del cuerpo y casa. Qué interesante que es atravesar el portal de la fiebre con rendición, que interesante que es. El cuerpo en realidad no enferma de pronto, antes de eso se cansa, mirar el cansancio extremo es también un poema, que bello que es sacar el calor por la cabeza y ramear la planta de los pies.
Es precioso soplar tabaco en la cabeza y la nuca, es bien bonito pasa rosas frescas en los seres que llevan días llorando.
Pedirle el permiso a los cuerpos con los que uno trabaja, los cuerpos vivos y también los que están muriendo, porque así como hay curas para la vida, hay toques sagrados para cerrar el ombligo y abrir la mollera.

Desde niña que soy bruja, de las que hablan con los elementos, con los reinos intermedios, mi abuela me dijo que deunvez deje de llamarme bruja y me diga curandera, porque no hago hechizos, sino la forma de medicina más antigua que existe: la que cuida la vida y los tránsitos. Así como hay parteras que traen la vida, yo soy una partera de la muerte, una muertera. Así lo fue mi ancestra directa, y así yo porto mi herencia.

La muertera entra en labor de acompañamiento en fin de vida, no solo para los vivos, también para los muertos, y para los movimientos posteriores en un canal terapéutico. La muertera ayuda a parir la muerte. Alguna vez, cuando estaba chamaquita me preguntaba de qué servía andar viendo desencarnados por el barrio o hablando con personas que decían que venían a buscar gente que yo no conocía. O andar viendo cosas que luego sucedían... El día que nació mi hija dejé de soñar con mi bisabuela y empecé a verla como quien mira un vivo, y es que el portal del nacimiento y la muerte son el mismo canal de parto.

Cuando volví al origen de esa esencia comprendí cómo nuestra medicina original, la de emplastos y cuerpo presente, eran los conductores de mi oficio magistral, del cómo andar acompañando muertos me enseñó a mirar a los vivos que mueren y las almas en pena con cuerpos vivos. La razón de vivir con dolor y el propósito sagrado del doliente.